miércoles, 30 de septiembre de 2015

Sylvia Plath: Diarios

Autora: Sylvia Plath
Título: Diarios (The Journals of Sylvia Plath)
Año: 1995
Editorial: Alianza

Llegó a mí completamente de manera casual, hace más de un verano, mientras estaba metida en un caluroso autobús con trayecto a un pueblo del sur de España. Es muy curiosa la manera de conocer autores nuevos, ¿verdad? Puede que la prensa haya machacado ciertos nombres, que un amigo te hable maravillas del último libro que leyó, que hayas escuchado una referencia en alguna película de Woody Allen. Ella llegó a mí por casualidad, mientras buscaba entretenimiento leyendo artículos varios durante ese viaje en autobús hasta que di con este: El club de los poetas suicidas: Sylvia Plath

Muchos detalles volaron con el tiempo, y en mi memoria sólo quedaron la muerte de su padre, su obsesión por la perfección y por crear, su angustia sobre elegir, la violencia con la que le mordió la mejilla a Ted Hughes y su trágico final. 

Vi mi vida desplegándose ante mí mi vida como las ramas de la higuera verde…
En la punta de cada rama, como un grueso higo morado, me hacía señas y me llamaba un futuro maravilloso. Un higo era un marido y un hogar feliz e hijos y otro higo era una famosa poeta y otro higo era una brillante profesora y otro higo era E Ge, la asombrosa editora, y otro higo era Europa y África y Sudamérica y otro higo era Constantino y Sócrates y Atila y un montón de amantes con nombres extraños y profesionales originales y otro higo era una campeona del equipo olímpico y por encima y más allá de todos los higos había muchos más que ni siquiera podía distinguir.
Me veía sentada en la horquilla de la higuera, muriéndome de hambre, sólo porque no podía decidir qué higo quería elegir. Los quería todos y cada uno, pero elegir uno significaba perder todos los demás…

Fue en otoño cuando descubrí su poesía, porque leí Canción de amor de una joven loca y sentí como si por fin alguien hubiera relatado con palabras ese rincón de recuerdos y emociones que nunca he sabido muy bien cómo contar. Lo que me encantaba de cualquier escrito de Sylvia era esa forma de adjetivar tan precisa y visual, como la manera de escribir que siempre había admirado pero nunca había encontrado del todo. Esa voz tan personal y esas palabras tan voluptuosas, que describían cosas tan sencillas e importantes como las dudas acerca del yo, la decepción, o la sensación del sol secando la piel y calentando las piedras en la playa. 
La obra de Sylvia y su figura se asomaban en mi vida de manera puntual e impactante, pero sin más trascendencia que el recuerdo de su nombre y la intuición del descubrimiento de un alma afín. 

Hasta que este mes sus Diarios llegaron a mis manos.

Comienzan a sus 18 años, con la voz clara de una joven con grandes ambiciones y muchas dudas internas, un deseo sexual muy desarrollado que se ve restringido por las constricciones sociales internas, una mente brillante que cae presa de sus demonios internos. Mientras tanto estaba leyendo otro libro, pero nada más abrir los Diarios, estos me absorbieron y ya no fui capaz de soltarlos hasta que los terminé, porque esa intuición que había tenido se desvanecía y se hacía ahora sólida, y Sylvia me hablaba a través de las páginas saltando en el tiempo y llegando a partes imposibles de mí. 

Hace cien años hubo una chica que vivía como vivo yo. Y está muerta. Soy el presente, pero sé que me convertiré en pasado. El momento culminante, la llama abrasadora llega y desaparece, siempre como arenas movedizas. Y yo no me quiero morir.

Por momentos, el ruido del mundo se disipa y bajo el silencio Sylvia se percata de la absurdez de la existencia, observa su cáscara de carne y hueso, se pregunta por el sentido de la existencia de un modo muy familiar. Ella sabe poner palabras a las cuestiones existenciales más cotidianas que todos (o al menos una, recurrentemente) hemos tenido alguna vez en la cabeza. Si el presente, lo único real, se va a diluir en forma de recuerdos almacenados en la materia gris del cerebro, si el pasado y el futuro no son más que ilusiones y únicamente existe el presente, este preciso momento de observación del propio yo como un tubo que vive experiencias y no retiene nada, entonces, ¿cuál es el sentido de la existencia? 

Nada es real, ni el pasado ni el futuro. Y si no se tiene ni el pasado no el futuro, lo que, después de todo, es la materia prima del presente, no hay ninguna razón para que no dispongas de la cáscara vacía del presente y te suicides. Pero la fría masa razonadora de materia gris que tengo dentro del cráneo y que repite como un lorito “Pienso, luego éxisto”, me susurra que siempre queda el nuevo giro, la ascensión, la orientación nueva. De manera que espero. ¿Para qué sirve ser bien parecida? ¿Para conseguir una seguridad pasajera? ¿Para qué sirve el cerebro? ¿Únicamente para decir “he visto; he entendido”? 

Se ve abocada al mundo de los adultos casi sin quererlo, de pronto ya no es un patito feo sino que se arrastra de cita en cita, de manera que en algunas experimenta una pasión que le resulta inconcebible, en otras se encuentra con el constante muro del machismo y la condescendencia hacia su persona, de muchas sale con la constante duda de hasta qué punto se trata de un juego o de algo serio que hunde el carácter. Ella sueña con alguien que sea ardiente físicamente y a la vez brillante en lo intelectual, porque, “puesto que estoy en condiciones de ofrecer esa combinación, ¿por qué no esperarla de un hombre?”

A medida que avanzo en los diarios voy doblando cada esquina de las páginas, anotando en una libreta la localización de los párrafos más interesantes. Se observa en cada entrada de su diario un talento increíble para las letras y la expresión de sus emociones, su forma de regulación para esas subidas y bajadas infernales que sufría constantemente, la escritura como terapia y justificación de su existencia; la constante paradoja del deseo de la soledad para la productividad en su escritura y la paz que da el descanso de una hueca y superficial vida social, y el anhelo de ser como las demás, tener hijos y familia y ser admirada. Cada palabra es el reflejo del alma de Plath, tan clara y expuesta que da miedo observarla, y más reconocerse en ella en ciertos aspectos, sentir a veces que el libro es un espejo. 

Durante muchísimas veces en sus diarios cuestiona su cerebro, tiene la sensación de no retener nada de lo que lee, se maldice a sí misma por no producir tanto como querría, se siente insegura intelectualmente, de manera que siente un deseo hacia un doctorado o algún medio externo que la acredite como humana sabia y funcional. Es una idea que le obsesiona: sentirse un fraude. Esto me hace pensar en la importancia que tiene cuidar el autoestima, en la visión tan distorsionada que tenemos de nosotros mismos en ocasiones. Me resulta increíble leer tales palabras de una persona tan brillante. Todo ser humano tiene sus demonios. 

Cada día que pasaba más me enfrascaba en ella, con el deseo de abarcar en mis horas cuantos más días posibles de su vida, recorrerla con la perspectiva del tiempo, descubrir qué nuevas cosas me iba a contar. 

Sus diarios son en mi opinión la mejor obra de Plath, y para mí su propia vida constituye una obra de arte, trágica, pero muy interesante y emotiva. 



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