Oscar Wilde debería estar colocado a la derecha del todo, porque quiero tener más a mano a los clásicos que más que han marcado... Pero ¿dónde Amèlie Nothomb? ¿Y Plath, y esta colección de películas y discos divinos...? ¿Cómo ordenar... por tamaño, por color, por autor, por importancia? ¡Pero si ya estáis aquí!
No os esperaba tan temprano. Aún tengo que amueblar toda esta sala, pero no tendré problema en disfrutar de vuestra compañía. Esta es mi humilde morada. Sentaos, hay sillas para todos. Que no os asusten las paredes desnudas: espero que las colmemos juntos con hermosos conocimientos. Tomad asiento mientras tanto, y dejad en el fondo del armario vuestros abrigos; he preparado un rico té.
En un momento estaré con vosotros. Mientras tanto... tú, si fueras tan amable, ¿podrías leer en alto este fragmento? Lo he elegido a propósito.
Tan notable como lo que sabía era lo que ignoraba. Sus conocimientos de literatura contemporánea, de filosofía y de política parecían ser casi nulos. En cierta ocasión que yo hice una cita de Tomás Carlyle, me preguntó con la mayor ingenuidad quién era éste, y qué había hecho. Sin embargo, mi sorpresa alcanzó el punto culminante al descubrir de manera casual que desconocía la teoría de Copérnico y la composición del sistema solar. Me resultó tan extraordinario el que en nuestro siglo XIX hubiese una persona civilizada que ignorase que la Tierra gira alrededor del Sol, que me costó trabajo darlo por bueno.
—Parece que se ha asombrado usted —me dijo sonriendo, al ver mi expresión de sorpresa—. Pues bien: ahora que ya lo sé, haré todo lo posible por olvidarlo.
—¡Por olvidarlo!
—Me explicaré —dijo—. Yo creo que, originariamente, el cerebro de una persona es como un pequeño ático vacío en el que hay que meter el mobiliario que uno prefiera. Las gentes necias amontonan en ese ático toda la madera que encuentran a mano, y así resulta que no queda espacio en él para los conocimientos que podrían serles útiles, o, en el mejor de los casos, esos conocimientos se encuentran tan revueltos con otra montonera de cosas, que les resulta difícil dar con ellos. Pues bien: el artesano hábil tiene muchísimo cuidado con lo que mete en el ático del cerebro. Sólo admite en el mismo las herramientas que pueden ayudarle a realizar su labor; pero de éstas sí que tiene un gran surtido y lo guarda en el orden más perfecto. Es un error el creer que la pequeña habitación tiene paredes elásticas y que puede ensancharse indefinidamente. Créame llega un momento en que cada conocimiento nuevo que se agrega supone el olvido de algo que ya se conocía. Por consiguiente, es de la mayor importancia no dejar que los datos inútiles desplacen a los útiles.
—Pero ¡lo del sistema solar! —dije yo con acento de protesta.
—¿Y qué diablos supone para mí? —me interrumpió él con impaciencia—. Me asegura usted que giramos alrededor del Sol. Aunque girásemos alrededor de la Luna, ello no supondría para mí o para mi labor la más insignificante diferencia. Estaba ya a punto de preguntarle qué clase de labor era la suya, pero algo advertí en sus maneras que me hizo comprender que la pregunta no sería de su agrado.
Sin embargo, me puse a meditar acerca de nuestra breve conversación y me esforcé por hacer deducciones yo mismo. Había dicho que él no adquiría conocimientos ajenos al tema que le ocupaba. Por consiguiente, todos los que ya tenía eran de índole útil para él. Fui detallando mentalmente todos aquellos temas en los que me había demostrado estar extraordinariamente bien informado. Llegué incluso a empuñar un lápiz para proceder a ponerlos por escrito; cuando tuve listo el documento, no pude menos de sonreírme. He aquí el resultado:
SHERLOCK HOLMESÁREA DE SUS CONOCIMIENTOS1. Literatura................... Cero.
2. Filosofía.................... Cero.
3. Astronomía................ Cero.
4. Política...................... Ligeros.
5. Botánica.................... Desiguales. Al corriente sobre la belladona, opio y venenos en general. Ignora todo lo referente al cultivo práctico.
6. Geología............. ...... Conocimientos prácticos, pero limitados. Distingue de un golpe de vista las clases de tierras. Después de sus paseos me ha mostrado las salpicaduras que había en sus pantalones, indicándome, por su color y consistencia, en qué parte de Londres le habían saltado.
7. Química...................... Exactos, pero no sistemáticos.
8. Anatomía..................... Profundos.
9. Literatura sensacionalista... Inmensos. Parece conocer con todo detalle todos los crímenes perpetrados en un siglo.
10. Toca el violín.
11. Experto boxeador y esgrimista de palo y espada.
12. Posee conocimientos prácticos de las leyes de Inglaterra.
Llevaba ya inscrito en mi lista todo eso cuando la tiré, desesperado, al fuego, diciéndome a mí mismo: "Si el coordinar todos estos conocimientos y descubrir una profesión en la que se requieren todos ellos resulta el único modo de dar con la finalidad que este hombre busca, puedo desde ahora renunciar a mi propósito."
- Sir Arthur Conan Doyle
Llevo poco más de una veintena de años abriendo todas las tapas que encuentro, sumergiéndome en enciclopedias, diccionarios, folletos, novelas, relatos, cuentos, poemas, columnas de horóscopos. De pequeña me solía inventar un juego que consistía en imaginar que las letras impresas salían del papel y yo me las comía. Las sostenía con mis dedos y su tinta chorreaba. Jugosas, metálicas, eran exquisitas para el paladar. En algún punto de mi infancia dejé de utilizar la imaginación para jugar a esto. Sin embargo, las palabras seguían siendo devoradas. También me encantaban los documentales, y Saber y Ganar. ¿A quién no?
Yo era una maravillosa esponja. Así sucedió hasta mi adolescencia, donde varios libros marcaron partes de mi ser aún blandas e intactas: los últimos vestigios del cerebro virgen. Y a partir de ahí, en algún punto, mi esponjosidad desapareció. En algún momento de mi vida leí El guardián entre el centeno de J.D. Salinger y pensé: "si hubiera leído este libro un poco antes, me hubiera encantado... pero ya no soy joven. Ya no soy lo suficientemente joven." Y es que es esta la gran tragedia de la vida: has de leer mientras puedas todo lo que puedas, porque llega un momento en que tu cabeza se amuebla y sólo has acumulado cacharros al azar que no has usado, o peor, miras en el interior y te das cuenta de que no hay ni siquiera un sólo cacharro.
Devorar libros es para mí un estilo de vida, con una experiencia y consecuencia distinta para cada libro que pasa por mis manos. Sin embargo, el problema (y es que hay un problema, si no, no habría alquilado este cuarto, ni os habría reunido aquí hoy. Me alegra que el té os haya gustado, podéis repetir si queréis) es que ya no recuerdo lo que leo. Es como si hubiera un velo entre mi cerebro y el mundo; como si tuviera los cristales empañados. He leído muchos libros, y visto muchas películas, pero a la hora de la verdad me quedo en blanco sobre ellos, o bien no extraigo todo el significado que podría.
Hay veces en las que me domina un sentimiento expectante, como si hubiera algo, bajo la superficie de mi capacidad de entender, esperando a que lo atrape. Es una tortura semejante a la de estar a punto de recordar un nombre, pero sin lograrlo del todo.
Diarios
- Sylvia Plath
- El 10% de los libros o películas que he leído me han llegado al corazón como flechas incandescentes, y ciertos fragmentos se me han quedado en el estómago grabados a fuego. Sobre todo, libros leídos de adolescente o de niña, raíces muy arraigadas: El valle de los lobos (Laura Gallego), El Principito (Saint-Exupery), Sherlock Holmes (Conan Doyle). Algunas joyas descubiertas de mayor: Amèlie Nothomb, o Chimamanda Ngozi Adichie.
- El 40% han sido menús que me han gustado, que me han hecho pensar y desarrollar cierto afecto, pero de los que sólo recuerdo sensaciones generales, ciertas escenas, quizá. Y me repatea no saber qué decir sobre ellos ante la gente, o saber que necesito releerlos para poder recordar haberlos entendido.
- El 35% de lo que leo lo devoro vilmente para después dejarme arrastrar por una terrible amnesia. Soy como un tubo que lo traga todo (algún día hablaremos de los tubos).
- El 5% es el cajón de sastre de los libros o películas inacabados, ya sea por aburridos o por horriblemente escritos.
Pensaréis: "tú tienes un problema de memoria o de atención". Puede.
Sea lo que sea, he alquilado este cuarto como extensión de mi cerebro, como organización de los muebles que hay en el mismo. Quiero saber qué decir en las conversaciones, quiero desarrollar mi propia opinión respecto a obras de arte, quiero cultivar una mente culta y brillante. Y si a vosotros también os aterra olvidar, daros cuenta de que pasáis páginas pensando en vuestras cosas y sin enteraros muy bien, si queréis aprender y entender, entonces ¡este es vuestro club perfecto!
Me encantaría arraigar las experiencias que me hayan aportado los libros, películas y música favorita, sumergirme en ellos; recomendaros obras que me hayan cautivado, artistas que me inspiren, y por supuesto, me encantaría aprender.
Este es un viaje, un cambio cualitativo, es el registro de la expansión de mi mente, el descubrimiento revelador de una cita en una noche de verano. Os contaré también cómo se han relacionado ciertos libros con mi vida, por qué me siento identificada con algunos autores, y cómo descubrí a ciertos amores sin los que no podría vivir (una conversación, una referencia en otro libro, una canción por la radio...). Por cierto, adoro la radio, ha sido mi compañera durante numerosas madrugadas, me ha alimentado el cerebro con exquisitas degustaciones de emoción, conocimiento y cultura.
Hoy, mientras estaba en clase, el profesor me ha pillado distraída y me he quedado en blanco al intentar responder a su pregunta dirigida a mi. Había estado soñando despierta con esta habitación, con los libros que elegiría para decorarla, para enraizar mi conocimiento, para descubrir el mundo, tanto el presente como el pasado, para soñar con todos los futuros posibles... Así que ha de merecer la pena, esto, si por su culpa me distraigo y no atiendo en clase, porque me paso el tiempo pensando en libros que leer y películas que ver y sobre qué discurso daros a las tres personas que os habéis molestado en coger el metro de Madrid para llegar hasta aquí.
El artista busca la trascendencia, captura la vida para que no pase en balde. Con igual empeño el devorador, hambriento de arte, se sumerge en las obras, como enciclopedias vivientes de emociones humanas, expresiones y formas de comunicación. No nos basta con la afirmación constante de nuestro corazón como argumento central de la vida: I am, I am, I am (como escribiría Plath). Queremos más.
Así que esta soy yo, una chica que quiere pulir su mente, colmarla con las cosas que le gusten, recordar los libros y películas que le gustaron y registrar su opinión sobre ellos; una joven que quiere aprender, para no quedar como una cateta ante el mundo y conservar con el mayor provecho posible el placer que obtiene al descubrir cosas.
La puerta está abierta a todo aquel que quiera pasar, y dialogar, y dejar sus notas y añadir sus libros, películas y obras a estas estanterías que, a pesar de no ser infinitas, tienen muchísima capacidad, y que tengo la intención de poblar con mucha cabeza y mucho cariño. No dudéis en volver. Habrá pósteres bonitos también, y canciones en vinilos, y té.
Os invito.
(Espero que haya sido un éxito, parecían convencidos... Por cierto, este club aún no tiene nombre.)
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